La minería para mí hace tres años era algo desconocido. No sabía cómo era su relacionamiento con las comunidades, pero claramente tiene que ser un buen vecino y para eso la única manera es el trabajo en conjunto para llegar a acuerdos. Soy ingeniero agrónomo de profesión, por lo que creo que hoy sí se puede hacer agricultura en una zona minera. Es factible y sustentable. Soy un convencido de que ambas actividades pueden convivir en armonía y en productividad.
Estuve varios años viendo a mi familia solo los fines de semana, -es un costo familiar duro- pero la convicción que tengo en este proyecto me llevó a traerlos al valle para tenerlos cerca y seguir desarrollando mi labor junto a las comunidades del valle alto, porque creo que en todo trabajo uno tiene que dar un poco de sí y eso es algo que no veo como pérdida ya que he conocido muchas personas que me han enriquecido como persona y profesional.
Mantenerse en contacto con la gente te llena de experiencias, historias, vivencias y sueños, y eso me motiva diariamente. Cuando llegué hace tres años había posiciones totalmente distintas entre Cuncumén y la minera. Hoy hemos construido confianzas, respeto, un punto de inflexión en donde se pueden tocar las visiones que tiene cada uno y que finalmente llevan a un consenso. Hoy hay un espacio de diálogo que día a día se tiene que ir mejorando y para eso es el trabajo que se tiene que seguir conjuntamente.
La mesa productiva me motiva porque uno le va agarrando cariño a lo que ve nacer, como en mi caso ha sido el Programa de Fortalecimiento Agrícola de Cuncumén, que es súper ambicioso y hoy estamos en la etapa en que ya está caminando. Quizás ha sido lento por el proceso administrativo que podemos tener, pero eso también nos va marcando los cánones que tenemos que ir cumpliendo día a día. Creo que todos queremos que esto sea más rápido pero si nos hemos demorado es porque queremos hacer bien las cosas. Y eso indica que vamos por buen camino.
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