MI HISTORIA EN VALLE ALTO Adrián Muñoz, caprino de Cuncumén: “Tenemos que echarle para adelante no más”

Antes de los 18 años Adrián Muñoz tuvo que hacerse cargo del ganado familiar junto a un hermano. En esa época el acuerdo era turnarse cada año para que el trabajo no fuera tan desgastante, hasta que finalmente quedó solo. Desde entonces se ha dedicado cien por ciento a esta actividad caprina que ha sido el sustento de su familia. Un trabajo en el que su señora también tiene un papel fundamental ya que es ella quien cuida el pasto durante el verano para que al volver de la cordillera los animales tengan dónde alimentarse.

Aunque las normativas sanitarias amenazaron la práctica de elaboración de queso de cabra, los cuncumenanos lograron seguir adelante con esta tradicional práctica adquiriendo nuevas técnicas de manejo que cumplen con los requerimientos de las autoridades. Hoy casi todos tienen salas destinadas a la fabricación y maduración. “No queremos cambiar la cultura, porque las exigencias sanitarias piden pasteurizar la leche, pero al hacerlo desaparecemos como artesanos. Aquí en la Cuarta Región de Chile y en las Islas Canarias de España se dice que son las únicas partes que pueden producir queso puro. En todas las otras partes del mundo tienen plagas mediterráneas que obligan a pasteurizar, en cambio aquí el clima es ideal”, explica Adrián, quien debe dedicarle tiempo completo a esta actividad para cuidar sus animales de las variadas amenazas que existen. “En el trabajo de nosotros no hay día feriado. Por eso es que muchas veces nos complica participar en las mesas”, señala.

Con esfuerzo, Adrián y otros ocho caprinos de Cuncumén lograron crear la Sociedad de Capricultores de Choapa Andino que reúne cerca de 2.700 cabezas de ganado menor. Su principal objetivo fue mejorar los precios de venta de sus productos. “Nosotros llegamos de la cordillera a corrales nuevos a vender los quesos, entonces vienen los comerciantes y ellos ponen sus precios, pagan lo que quieren. Nosotros vimos esa injusticia entonces dijimos: vamos a hacer algo”. Es así como consiguieron un crédito para comprar un terreno y recursos a través de la Fundación Minera Los Pelambres para construir un centro de acopio. Ahí mantienen sus quesos para venderlos cuando sube el precio, algo que lograron gracias al esfuerzo que implicó obtener los permisos sanitarios para operar sin dificultad.

Como hoy están organizados, ya están obteniendo mejores ganancias e incluso venden subproductos como el abono y carne. “Queremos hacer varias cosas más, así que tenemos que echarle para adelante no más. La juventud hoy en día como que no le toma el peso. Pero se ve que esto va a ser rentable porque estamos trabajando bien”.

 

PUBLICADO EN EL BOLETÍN DE JUNIO 2017

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