Cuando llegué por primera vez a Cuncumén, en los años ochenta, de los 19 alumnos que tenía en octavo básico, creo que solo dos continuaron estudiando. Eso ocurría principalmente por la falta de medios económicos. Antes los niños eran parte de la mano de obra del hogar y se ausentaban durante el período de cosechas. Con el tiempo se empezó a sensibilizar a los apoderados sobre la importancia de la educación y ahora lo que vemos es que todos los alumnos tienen la posibilidad de estudiar. Si no tiene los medios, hay facilidades para apoyarlos y eso es muy positivo.
Pero hay ventajas y desventajas en este desarrollo económico de la localidad. Por un lado, hemos ido dejando las costumbres de lado, el vivir de la agricultura, pero por otra parte, han mejorado las condiciones económicas de las familias, principalmente por el tema minero. Ahora están los medios para tener vehículo por ejemplo, pero eso a su vez es un retroceso en la salud de los niños, ya que antes al menos tenían que caminar para llegar a la escuela. Hoy no se hace actividad física. Los videojuegos y la televisión están dejando a los niños encerrados en sus casas.
Antes el alumno que iba a estudiar tenía una gran preocupación por sacar sus estudios, ahora el que tiene la inquietud es el apoderado. Por parte del alumno no está la motivación por salir adelante o de ser buen alumno, aunque por supuesto que hay excepciones. Falta enfatizar en la importancia que tiene el esfuerzo en lo que estamos haciendo. No todo tiene que ser regalado. Actualmente se ha perdido el rumbo de cómo orientar a los alumnos. Cuesta decidir cuándo ser estricto y cuándo permisivo. Ahí hay una labor que trabajar con las familias y en eso toda la comunidad escolar debe seguir comprometida para que los estudiantes no dejen de esforzarse y se planteen objetivos a cumplir en su futuro académico.
Publicado en el boletín del marzo de 2019
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