MI HISTORIA EN VALLE ALTO Yennifer Tapia, mamá y monitora del aire

Madre, trabajadora, independiente, de carácter fuerte. Así es Yeniffer Tapia (34), una cuncumenana que hoy tiene como principal objetivo darle lo mejor a sus dos hijos.

Cuando tenía 18 años se convirtió en mamá de Fernanda y a los 21 de Christopher. Por ellos vive cada día y trata de guiarlos para que ni siquiera piensen en abandonar el colegio como lo hizo ella cuando egresó de octavo básico y le dijo a su padre que quería tomar un año sabático. “Me arrepiento de no haber seguido estudiando cuando me dieron la oportunidad”, dice mientras recuerda que cuando Christopher tenía tres años, recién pudo completar sus estudios en un sistema dos por uno con horario vespertino. “Yo me voy a sacar la mugre para que mis hijos tengan sus estudios, porque no quiero que el día de mañana anden recogiendo nueces o que les duela el cuello por cortar uvas, porque yo pasé todo eso. Gracias a dios hoy mi hija tiene primer lugar en tercero medio de contabilidad en un colegio particular subvencionado”, cuenta orgullosa.

Yeniffer fue temporera, señalera y trabajadora en casas particulares. Eso hasta octubre de 2014 en que se transformó en monitora de la comunidad en el espacio calidad del aire. “Desde entonces me he dedicado a hacer lo mejor posible en mi trabajo. Si todavía estoy en esto es porque me importa la vida de mis hijos, de mis papás y de toda la gente de Cuncumén”.

Antes de ser monitora su opinión sobre esa labor era muy distinta. Sabía que existía un grupo que subía a la minera a monitorear medidas de mitigación de polvo pero no conocía mayores detalles. “Uno de repente se pone a escuchar y no ver con sus propios ojos. Cuando me dieron la oportunidad de entrar al monitoreo, cambió totalmente la visión que tenía. Aprendí que a la gente no se le puede señalar mientras no sepas realmente lo que hace”, explica.

Respecto a sus anhelos como monitora, comenta: “Me gustaría que nos apoyáramos como comunidad. Que cuando tenemos reuniones nos respalden para obtener respuestas”, agrega que si un día sale de esa función: “seguiré apoyándolos hasta el final porque es un trabajo especial y es para la comunidad”.

Hace casi tres años pudo salir de la casa de sus padres para vivir sola con sus dos hijos. Hoy su proyecto es postular a un subsidio para construir una casa propia en un sitio que obtuvo a través del Comité de Allegados Alto Tencadán. “Si algún día llego faltar, que a mis niños no me los anden empujando de un lugar a otro”, agrega mientras da inicio a su descanso tras una arduo turno de siete días recorriendo la mina.

Publicado en el boletín de junio 2018

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